Los arrieros: a lomos de San Cristóbal

El origen de la devoción a un determinado santo suele tener un trasfondo histórico. Nada en la historia queda al azar, siempre hay algún elemento de fondo que explica un hecho, aunque no siempre sea posible encontrarlo y determinar qué grado de importancia tuvo. Así, centrándonos en nuestro caso, la existencia de una ermita dedicada a San Cristóbal nos lleva a preguntarnos por qué.

San Cristóbal es patrón de los conductores y transportistas, y antiguamente lo era de los arrieros, por tanto la construcción de una ermita a este santo es una manifestación de la importancia que para una localidad tenía esta actividad.

Nuestro ya conocido párroco Juan Francisco García Díaz decía en 1787 que en Hinojoso del Marquesado “habrá ciento cincuenta arrieros de mulos y burros, que traen aceite de Andalucía, para esta Mancha y sierra de Cuenca, y llegan a Vitoria y Bilbao, de donde traen a parte paños de cameros y herraje de Vizcaya”.

El Catastro de Ensenada (1752) nos detalla los nombres y rentas de un total de cuarenta y cuatro arrieros sobre un total de ciento noventa y seis vecinos (sólo se contabilizan los cabezas de familia, es decir, los sujetos fiscales, aquellos que habrían de pagar impuestos), lo que ofrece un porcentaje realmente elevado, pues casi una cuarta parte de la población (el 22,4 por ciento) se dedicaba a este oficio. Asimismo la cantidad de caballerías empleadas en el tráfico y comercio de arriería es muy importante, pues se dice que a esta actividad se destinan treinta y un machos mulares y trescientos seis jumentos, a quienes rebajados los gastos que previene la instrucción regulan ciento treinta reales cada uno anualmente.

Por último, la importancia de la arriería para la localidad se constata estadísticamente a partir de las utilidades que proporcionaba. La renta anual por cada macho se estimaba, rebajados los gastos en ciento ochenta reales, mientras que la de los jumentos es de ciento treinta. Así, a mediados del siglo XVIII esta actividad rendía a los arrieros de Hinojoso del Marquesado un total de 48.810 reales de vellón, cantidad que la sitúa entre las más importantes de la provincia de Cuenca.

Entre los arrieros con más rentas nos encontramos a Juan de Oliveros, a quien por doce asnos, le regulan de utilidad dos mil ciento sesenta reales; Rafael Díaz por un macho y diez asnos dos mil reales; María Pérez por dos machos y diez asnos mil novecientos; Francisco de Moya Mayor, por doce asnos mil ochocientos; o Antonio Izquierdo, por dos machos y nueve asnos, mil setecientos cincuenta.

El contraste con el vecino pueblo de Hinojoso de la Orden es más que evidente, pues allí había cuatro arrieros, “el uno que trajina con cinco caballerías menores y una mayor se llama don Francisco Ochoa, trata en aceite, pescado y sardinas, le regulan de utilidad anual mil reales vellón, otro don Juan de Ochoa, con una caballería mayor y siete menores, con el mismo trato que el antecedente le consideran por dicha utilidad anual mil ochocientos reales, otro Francisco de Cuevas Jiménez, con seis caballerías menores y el mismo trato le consideran por dicha utilidad anual mil reales vellón; otro Francisco López Saldaña, con cinco caballerías menores y el mismo trato le consideran por dicha utilidad anual otros mil reales vellón, un tratante en herraje y sartenes y otros géneros a quien llaman José de Marcos, a quien le regulan puede tener de utilidad anual mil quinientos reales vellón”.

De esta manera, la devoción a San Cristóbal de nuestros antepasados trasciende el aspecto estrictamente religioso para convertirse en manifestación histórica de una parte de la realidad social y económica.


Deja un comentario