La antigua ermita de San Cristóbal

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Porción del mapa de la comarca elaborado por Juan Francisco García Díaz, cura párroco de Hinojoso del Marquesado. 1787

Literalmente enterrada por las arenas del tiempo, sin restos arquitectónicos visibles de su presencia en la actualidad y olvidada de la memoria colectiva de los hinojoseños, así se encuentra la antigua ermita de San Cristóbal de Hinojoso del Marquesado. Tan sólo las referencias históricas y el vago recuerdo de algunas personas mayores que así lo oyeron relatar mantienen vivo el testimonio de su existencia y han permitido ubicarla.

El documento histórico más preciso que se refiere a ella es el documento remitido por el párroco del Marquesado Juan Francisco García Díaz en 1787 al geógrafo Tomás López en respuesta al cuestionario con el que pretendía elaborarse un Diccionario Geográfico Histórico de España. En él se dice que “extramuros doscientos pasos a mediodía hay una pequeña ermita de San Cristóbal”. Como complemento a sus respuestas añade elaborado de su propio puño y letra un mapa de la comarca en el que ubica la ermita.

Estas referencias documentales coinciden con el testimonio de nuestro paisano Marcelino López Girón, quien nos cuenta que fue Ramón Granero Bellón, Granaina, quien antaño le dijo que estaba labrando sobre lo que había sido la ermita de San Cristóbal, en el paraje conocido como el molino del cura.

OrtofotoSanCristobal

El catastro de Ensenada, a mediados del siglo XVIII, nos ofrece la tercera referencia a las tierras de San Cristóbal. Hasta el siglo XIX, la devoción a los santos y vírgenes de advocaciones o patronos locales convirtió a sus santuarios, ermitas y cofradías en destinatarios de donaciones de tierras y bienes por parte de los fieles. Estas donaciones dieron lugar a las llamadas capellanías, que eran legados que hacían al morir ciertas personas mediante testamento por el que dejaban en herencia tierras a la Iglesia para que se beneficiase de sus rentas a cambio de un número determinado de misas en sufragio del alma del testador.

Así, eran propiedad de San Cristóbal tal como declararía el que fuera mayordomo de San Cristóbal en aquel tiempo, Juan Díaz Carrascosa: “la tierra de dos almudes para trigo de tercera calidad en el camino de Belmonte, aunque dice junto a San Cristóbal, reconocida por dichos peritos la regulan por mitad de segunda y tercera calidad” y “la tierra de dos almudes de trigo de segunda calidad en dicho paraje de San Cristóbal reconocida por dichos peritos la regulan de tercera calidad”.

La confrontación de otras declaraciones de bienes para la elaboración del Catastro da forma a los linderos de San Cristóbal y confirman el origen del topónimo actual del paraje. Así, don Esteban de Oliveros, clérigo tonsurado vecino del Marquesado declara poseer “un almud de tierra de tercera calidad junto al molino de Diego de Mena, linde a saliente tierra de San Cristóbal, al sur ejido de dicho molino, al norte la senda que va a Monreal y a poniente tierra de nuestra señora la Morenica”.

En el siglo XVIII había en Hinojoso del Marquesado dos molinos de viento -que vienen dibujados también en el mapa-, uno de los cuales es el que se cita, propiedad de Diego de Mena y de D. Pedro Lodares, “que lo tienen dado al tercio y les produce al año treinta fanegas de trigo y quince a Joseph Donayre, su molinero”.

Este molino de viento es el que ha pervivido a través de la toponimia, dando nombre al paraje como molino del cura, mientras que la ermita de San Cristóbal ha quedado olvidada y enterrada por el paso del tiempo.


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