La antigua posada del Marquesado

Las ventas y posadas fueron, a lo largo de los siglos, los lugares de descanso de viajeros y arrieros, definiendo así los diferentes itinerarios, ya que servían de apoyo a los precarios caminos que discurrían por el país. Debido a su importancia, estuvieron sometidas a una estricta regulación legal y fiscal, pues eran más que una mera actividad económica, convirtiéndose en un servicio público. Arquitectónicamente, todas las posadas respondían en su mayoría a un modelo más o menos reconocible: eran de planta cuadrada o rectangular, con dos zonas claramente diferenciadas: una principal, en varias plantas, con el vestíbulo y dependencias esenciales como cocina, comedor, bodega y despensa en planta baja, y las habitaciones arriba. El elemento fundamental era el patio, dotado con pozo abrevadero, además de cuadras y otras dependencias auxiliares.

La situación geográfica convirtió a nuestro pueblo en lugar de paso de las rutas que conectaban el centro peninsular y la capital de la monarquía con el Levante, tal y como se acredita por ejemplo en las Relaciones de Felipe II, donde se dice que “esta villa [Hinojoso de la Orden] es muy pasajera por ser camino derecho para desde Cartagena y Murcia y Valencia a Madrid y Alcalá y a Toledo”.

El considerable movimiento de personas que transitaba por el municipio se puede constatar a partir de la existencia de dos posadas. La de la Orden es conocida su ubicación, pues ha pervivido hasta época reciente y todavía se tiene memoria viva. Era la posada de Nazaria Moya situada en la plaza.

Sin embargo, la posada del Marquesado es menos conocida, pues a mediados del siglo XIX se encontraba en estado ruinoso. La principal diferencia con la posada de la Orden es que, mientras ésta era de propiedad privada, la del Marquesado era pública, pues se encontraba entre los bienes llamados de propios, es decir que era una posada perteneciente al Concejo, que se arrendaba por una renta anual tal y como se refleja en el Catastro de Ensenada (1752): “el común de este lugar tiene y goza por bienes suyos propios […] unas casas mesón que arrienda y al año producen quinientos cuarenta reales”.

Esta casa posada hacía esquina en la plaza con la calle llamada del Charco (actual calle Cervantes), con la que lindaba al oeste, y con la calle Real, al norte. Se componía toda ella de una entrada que formaba un porche de una nave de piedra y barro y tapia, con sus arcos a la calle Real, sobre el que se abrían en la planta superior dos ventanas pequeñas. Desde este porche se pasaba a través de una puerta de dos hojas a la cocina, con dos poyos junto a la chimenea y una alacena. La cocina tenía salida al corral mediante una puerta de una hoja. En el corral había dos cuadras con pesebres y otras dependencias cubiertas, además de un pozo manantial con un brocal de una pieza de piedra y una pieza cuadrilonga para abrevadero de las caballerías. Todo el corral estaba empedrado y tenía una portada grande con salida a la calle del Charco.

Dibujo Antonio Izquierdo

Dibujo de Antonio Izquierdo del barrio del Marquesado, en el que se ve en primer plano el edificio donde se ubicaría la antigua posada

Durante siglos la red viaria sufrió escasas modificaciones y las disposiciones legales se limitaron al mantenimiento y adecentamiento de los caminos y carreteras. Sin embargo, la modernización de las infraestructuras y comunicaciones impulsada por los monarcas ilustrados en la centuria de 1700 derivó en la construcción de los nuevos caminos reales, que conectaban Madrid con la periferia, y que constituyen la base de la red de carreteras radial que persiste en la actualidad. Bajo el reinado de Carlos III se construyó el camino real entre Madrid y Cartagena, cuyo trazado recorre la actual carretera nacional N-301, pasando por pueblos limítrofes como Quintanar de la Orden o Mota del Cuervo, y que modificaba en parte los anteriores itinerarios.

Este hecho tuvo un doble efecto: al tiempo que surgían nuevos paradores en aquellos lugares por donde transcurrían las nuevas vías de comunicación, quedaban en desuso y abandono aquellos que quedaron al margen. Este puede ser uno de los factores que motivaran la desaparición de una de las dos posadas, el descenso en el nivel de la demanda de alojamiento. Así, en 1787, el párroco del Marquesado Juan Francisco García Díaz en respuesta al cuestionario con el que pretendía elaborarse un Diccionario Geográfico Histórico de España, dice que “hasta la construcción del nuevo camino real, [que] dista de aquí cinco cuartos a poniente y mediodía, era este el camino de Madrid a Cartagena y Alicante”.

Un siglo más tarde la posada del Marquesado se hallaba en ruinas y el municipio la puso a la venta amparado en la ley de desamortización civil de Madoz (1855), que impulsaba la venta de propiedades rústicas y urbanas pertenecientes a las corporaciones civiles. El Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales de la Provincia de Cuenca publicó en 1861 la subasta de “Una casa posada en estado ruinosa, sita en la villa de Los Hinojosos procedente de sus propios, que linda a S. calle del Charco y N. calle Real, E. Ana María Mena y Gregorio Rojo y Sur huerta de Domingo Bustos, ocupa una superficie de 344 metros 44 centímetros cuadrados” tasada por los peritos en 8.500 reales. Tras una primera subasta en el juzgado de Belmonte y otra definitiva en Cuenca, la finca fue adjudicada a Manuel Antonio González, vecino de Cuenca, en la cantidad de 10.000 reales a pagar en dinero metálico y en diez plazos.


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